30 de junio de 2009

Metro 2033

Metro 2033, el Último Refugio, es un libro de Dmitry Glukhovsky que nos muestra un visión apocalíptica de la vida humana tras una guerra nuclear devastadora.

La trama nos sitúa en Moscú, concretamente en su red de metro, donde los supervivientes se han refugiado al haberse hecho imposible la vida en la superficie debido a la radiación.

Una vida miserable... alimentándose de hongos y ratas, bebiendo agua filtrada, y sumidos en una oscuridad casi completa. Un futuro francamente aterrador


Una vida deforme y depravada, sin duda alguna. Pero, de todos modos, vida. E, igual que todos los demás organismos del planeta, los dominaba un único impulso: sobrevivir. Sobrevivir a cualquier precio...

El exterior es una zona prohibida, donde sólo los Stalkers (una especie de héroes) se arriesgan a salir para conseguir los suministros que la red necesita para poder subsistir.

Stalkers... Todos ellos tenían algo en común: se arriesgaban a correr peligros extremos, se enfrentaban a lo desconocido, lo incomprensible, lo terrible, lo inexplicable... En el Metro se llamaba Stalkers a los temerarios que se atrevían a ascender a la superficie.

En el libro se nos narran las aventuras del joven Artyom, un muchacho que abandona la estación de metro donde ha pasado buena parte de su vida para tratar de proteger a la totalidad de la red contra una siniestra amenaza, ya que la radiación ha creado horrorosas mutaciones...

Levantar la cabeza y no encontrarse con una bóveda de hormigón, ni con un mohoso laberinto de cables y tubos, sino con un abismo de color azul oscuro, que de repente se abre ante tus ojos... ¿Qué sentimientos les podía inspirar? ¡Y las estrellas! ¿Acaso un hombre que no ha visto nunca las estrellas puede llegar a concebir lo que es el infinito?

En su recorrido por los túneles del metro, Artyom atraviesa múltiples estaciones, convertidas en pequeñas ciudades Estado, donde sus habitantes se agrupan en torno a las más diversas ideologías y religiones (no hay manera de librarse de esa lacra
). Artyom se irá topando con diversos personajes de lo más extraño que le irán guiando y protegiendo en sus andanzas.

El mundo se acerca a su final, amigo mío. No sé cómo hemos llegado hasta este punto, pero la Humanidad se ve impotente ante ello. No existe ya ningún paraíso, y tampoco ningún infierno. Ningún purgatorio. Cuando el alma deja el cuerpo - espero que por lo menos creas en la inmortalidad del alma -, no encuentra ya ningún refugio... Hemos destruido a la vez el paraíso y el infierno. Y ahora tenemos que vivir en un mundo muy extraño, en un mundo donde el alma, tras la muerte, tiene que quedarse en el mismo lugar donde se encontraba.

El autor recrea de una manera fantástica un mundo de oscuridad, el camino a través de los túneles del metro es realmente angustioso en ocasiones... el impulso de mirar continuamente hacia atrás se hace inevitable

Llega el momento en el que es imposible reflexionar, en el que los centros del pensamiento no reaccionan, y lo único que queda por hacer es observarse a uno mismo, atónito, porque se está haciendo algo de lo que uno mismo no tiene ninguna culpa, porque son cosas que ocurren por sí mismas.

Hay muy pocas concesiones al optimismo, el libro constituye un ataque feroz a los más bajos instintos humanos, sumiéndonos en un mundo sin mañana y casi sin esperanza.

¿Sobreviviría el hombre? Y, aunque sobreviviera, ¿se trataría del mismo hombre que en otro tiempo había sometido y gobernado el mundo entero?

Me ha gustado bastante leer las aventuras del joven Artyom (que también han acabado por plasmarse en un vídeojuego); y además me ha hecho recordar mis propios paseos por el metro de Moscú, aunque eran mucho más agradables

Bikos e apertas

pd:
Quien tenga el valor y la perseverancia necesarios para pasarse la vida escudriñando las tinieblas, también será el primero que reconozca el despuntar de la aurora.

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