10 de marzo de 2010

El sindicato de policía yiddish

El sindicato de policía yiddish, de Michael Chabon, imagina una ucronía ambientada en un mundo hipotético en el que el Estado de Israel no existe y donde los judíos europeos fueron acogidos tras la Segunda Guerra Mundial en el distrito federal de Sitka en Alaska, en el que, durante más de sesenta años, los judíos refugiados y sus descendientes han residido en paz.

Sin embargo, el sueño de un hogar para los judíos parece llegar a su final, y una vez más la Historia los arrastra a un destino incierto. La permanencia en Sitka toca a su fin y la soberanía está a punto de pasar a manos de los nativos de Alaska

El asesinato de un carismático miembro, y destinado a convertirse en Mesías, de la comunidad judía servirá para poner de manifiesto las poderosas fuerzas ocultas que manejan los habitantes de Sitka, así como la capacidad analítica del detective Meyer Landsman.

Landsman se enfrenta a un caso de asesinato que parece simplemente uno más, pero al comenzar la investigación descubrirá cosas que le harán sospechar de implicaciones mucho más profundas e importantes… Parece que todo apunta a la clásica novelucha de policías, pero no es así

El escenario construido por el autor resulta total y absolutamente verosímil. A lo largo de la narración se van ofreciendo datos que nos sitúan en ese lugar imaginario sin que en ningún momento se tenga una sensación de irrealidad: giros coloquiales, frases hechas, calles, bares, paisajes, … todo va cobrando entidad poco a poco, de forma muy sutil. No hacen falta muchas páginas para que uno se crea en Sitka y lo considere un escenario tan real como Chicago o un Nueva York a pequeña escala.

La cuestión acerca de la diáspora del pueblo judío y su incansable búsqueda del hogar está presente en todo momento, tanto es así, que constituye una parte fundamental en la trama detectivesca (aunque no lo voy a contar ). Todos los protagonistas están atrapados por su histórico carácter apátrida; su personalidad es un producto de las circunstancias, pero sobre todo de ese pasado que les niega un hogar, un futuro.

Landsman,
el clásico policía perdedor con ex mujer incluida (que resulta ser su jefa...), tiene una personalidad apática y autodestructiva que parece derivarse de su percepción de la realidad: su hogar (si es que realmente tiene algo que se pueda denominar así) no existe y su país es fruto de un acuerdo político que está próximo a expirar.

Su confianza renaciente en sí mismo y en sus intenciones, la sensación de bienestar, son claramente una ilusión producida por el trago de vozka barato. Esto lo racionaliza pensando que desde el punto de vista de, por ejemplo, Dios, toda confianza humana es una ilusión y toda intención, un chiste.

La novela no está exenta de cierta ironía o cinismo, sobre todo desde la perspectiva de Landsman, que no pierde su fatal humor incluso en las situaciones mas desesperadas:

Entretanto, otra región de su cerebro está ocupada intentando calcular la temperatura del aire - que debe de ser unos tres o cuatro grados centígrados -, y a partir de eso calcular o recordar una tabla que cree haber visto hace mucho y que daba el tiempo que la hipotermia tarda en matar a un policía judío en calzoncillos. Pero las células gobernantes de ese gran órgano en ruinas, confundidas y drogadas, únicamente le contestan que corra y que siga corriendo.

Un Mesías que llega a tiempo no hace bien a nadie.
Una esperanza cumplida ya es la mitad de una decepción.

En definitiva, una novela con un hilo conductor que resulta interesante y unos personajes muy bien trabajados, si bien es verdad que al principio resulta algo pesada enseguida esa sensación desaparece.

Bikos e apertas

pd:
Mala suerte... que te gusten las explicaciones simples en un mundo lleno de judíos.

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